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Día 12 – La sensación

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En sus ojos se reflejaba el recuerdo de sus abuelos, hace muchos años ya; en el patio de una vieja casa jugando con una pequeña pelota de goma, la abuela sentada tejiendo algo con lana, el abuelo acaba de llegar de la calle y trae una gran barra de pan. No tarda en correr hacía él para pedirle un trozo; con sus arrugadas e hinchadas manos corta un pedazo de la barra y se lo da. Lo mastica mientras el abuelo le acaricia el pelo, la abuela se queja de que no almorzará si come entre horas.

Aquel regaño le recuerda que se acerca la hora y llegarán sus padres para almorzar; nunca hablaban durante la comida con los abuelos, la mayoría de las veces discutían. Él seguía comiendo, en aquella vieja mesa cubierta con un hule de plástico amarillento, sin que nadie le echara cuenta. Su padre se levantaba mientras masticaba el último bocado y le decía: «Vamos a casa». Esas serían las únicas palabras que oiría de su boca aquel día, le tiraba del brazo y comenzaba a llorar tímidamente. Lloraba porque sabía que tendrían que pasar muchos días hasta que su abuelo arrancara de nuevo aquel trozo de pan y su abuela le regañara por hacerlo.

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