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Día 14 – Sesión de evaluación extraordinaria

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“Por favor, por favor…” insistía con paciencia a ver si lograba un poco de silencio entre sus compañeros, sentados a lo largo de varios pupitres en una calurosa aula un 4 de septiembre en lo que comenzaba a ser otra aburrida sesión de evaluación.

“¿Comenzamos?” volvió a preguntar; sabía que cuanto antes empezaran, antes acabarían… y allí hacía un calor insoportable. “Falta el de Filosofía” comentó una, “Pues todos aprobados” respondió otro a modo de chascarrillo, provocando algunas risas entre el resto de profesores.

“¿Las notas en el acta están actualizadas?”. “¿Ni siquiera se ha presentado al examen?”. “Pues la hermana es buenísima, no tiene nada que ver”. “Santa paciencia la de los padres”. “Pues en la mía, entregando las tareíllas llegó al cinco raspado”. No había forma de que se callaran. “Por favor, ¿comenzamos? Que cuanto antes empecemos, antes acabamos…” insistió nuevamente, verbalizando la obviedad a ver si así apaciguaba las múltiples conversaciones cruzadas.

Y, de repente, alguien abrió el aula dando un portazo provocando el silencio entre los asistentes a la sesión de evaluación. Dos muchachos, quizás los mejores expedientes del curso o incluso del instituto, completamente empapados y dejando un reguero de agua en el suelo cuando fueron acercándose a los pupitres. “Nos hemos caído a la piscina”.

Esto ya era el colmo, en aquel instituto no había piscina y a este ritmo no iban a acabar nunca la sesión. Entonces, lo que pareció un salto en la cama acompañado de un maullido le sobresaltó. El gato le estaba pidiendo comida y comprendió que todo había sido un sueño.

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